jueves, 10 de junio de 2010

Alguna vez escuché decir que la vida es una rueda, a veces estamos arriba, a veces estamos abajo y a veces a los costados, sin saberlo, muchas personas te ayudan a seguir girando, así como también, nosotros ayudamos a otros. Yo en este momento puedo asegurar que la vida es una rueda, no porque nos la pasemos rodando con ayuda de (y ayudando a) otros, sino porque volvemos a un mismo punto de partida, es como una calesita infinita: Uno disfruta de las pequeñas cosas de la vuelta, así como también sufre muchas otras cosas, los afortunados algunas veces se puede sacar la sortija, haciendo que la calesita de un giro de trescientos sesenta grados (cambiando por completo el rumbo que estaban tomando las cosas). Lástima que siempre me consideré una chica sin suerte.

No es que haya tenido una vida de mártir, ni nada por el estilo, sé que tuve muchísimas cosas y que muchas veces no supe darles el valor adecuado, pero también sé que los vínculos afectivos no se hacen a partir de bienes materiales, y que nadie puede obligarme a sentir ni a dejar de sentir. Y a lo largo de mi vida sentí –y dejé de sentir- muchísimo, porque de eso se trata, de sentir.

Por suerte (valga la redundancia) hay luces, y no hablo de pequeños destellos, sino de esas luces que enceguecen, que se aparecieron en mi camino, a rodar conmigo, y a demostrarme que a pesar de creerme una chica sin suerte, puedo ser la mujer más afortunada de toda la galaxia, porque esas lucecitas que iluminan mi vida, son la envidia de cualquier persona. Por primera vez en mi vida, había sacado la sortija, y ese giro de trescientos sesenta grados habían sido ellas, que habían aparecido para quedarse, y acompañarme en mis días sin suerte.

Pero como la vida es inquieta, metida, y bastante problemática, la tranquilidad y la suerte de la sortija no duró demasiado. Probablemente, todo tenga un por qué, una causa justa, y una explicación, pero se me hace imposible entender, y en algunos casos aceptar.

En la vida de una chica sin suerte, una se acostumbra a este tipo de cosas. A la eterna caída, al golpe más duro y hasta a la tormenta más fuerte, hasta cierto momento. Hay un punto en el que hay que frenar y acomodarse lo suficientemente rápido para seguir rodando a la par de la vida, y no quedarte atrás. Y rodar se torna difícil, extremadamente difícil, agotador y duro.

Las palabras se quedan atragantadas en el medio del camino, las pocas que llegan a la boca mueren antes de los dientes. Los ojos se empañan todo el tiempo y las cataratas del Iguazú son un poroto al lado del río de agua salada y cristalina, que cae surcando montañas, y se estrella contra el piso, ahogando uno de tantos pensamientos. El corazón bombeando más rápido de lo normal, y al mismo tiempo muchísimo más lento. El reloj detenido en vaya uno a saber qué horario y el nudo en el estómago más apretujado que nunca.

La necesidad de pisar el suelo firme, y la ausencia del suelo, rodar arriba, siempre. Con las luces, pero un poco más apagadas, porque lo que me afecta, les afecta, y viceversa. Seguir buscando –y rodando- y no encontrar nunca lo seguro. Apagarse, de a poco y discretamente. Juntas. Siempre.

Yo puedo resignarme a ser una chica sin suerte, puedo soportar partidas, así como me puedo alegrar por sobre manera de las llegadas, puedo postergar festejos, puedo olvidarme de mi existencia para que alguien más exista, puedo olvidarme el quilombo del marote, puedo rodar cuesta arriba, y me animo a dejarme caer… hasta tocar fondo.

Vida, yo estoy lista para dar batalla, pero no si me cortás las piernas, si me apagás las luces. Acepté que te llevaras una de las patas más importantes de mi mesa, que me hicieras construir de vuelta, desde cero, ese mundo que sentí –siempre se trata de sentir- que se venía abajo, acepté dejarlo ser, para siempre, acepté ponerme a correr en círculos, cuando no había salida, hasta no sentir las piernas, acepté la ausencia, acepté el dolor, y acepté tantas otras cosas.

Pero si la vida se basa en un dar y recibir, ¿Por qué acepto tanto y recibo tan poco? No pido nada muy difícil. No quiero una vida de lujos, no quiero viajar por el mundo, no quiero bienes materiales –acordate que aprendí hace mucho y de un golpe que las relaciones no se basan en lo material-, no quiero que la rueda vaya por el camino fácil, no quiero vivir sin obstáculos, ni siquiera pido que saques del camino a la gente que quiere envenenar, porque con ellos se crece y se aprende, no quiero lo fácil, ni lo rápido, lo único que quiero es que no te metas con mis sostenes. Que dejes de joderle la vida –sí, te jodés a vos misma de tan jodida que sos- a mis luces, a mis piernas y brazos, a esas personas que hacen que tenga ganas de ponerle onda cada día.

domingo, 6 de junio de 2010

¿Qué se siente?

A ver, qué se siente
Cuando no se siente nada
Te vaciaste de palabras
Se murieron las mañanas.

Te despertás y escuchás voces que, poco a poco, se van aclarando. Al principio no entendés nada, estás demasiado dormida y las palabras no tienen mucho sentido, son solo murmullos, que después empiezan a tener sentido. Entendés quién habla y por qué, pero todavía no entendés muy bien de qué habla. Y bingo. Entendés todo. Entendés tanto que los ojos se te llenan de lágrimas y llorás a moco tendido, escondida para que no te vean.


Qué se siente
Cuando todo se termina
Con el alma malherida.

Llorás, llorás y sentís cómo el mundo que construíste en tus pocos años de vida se va cayendo de a poquito. A partir de ahora te tenés que construir uno nuevo porque desde que naciste viviste una mentira. Capaz no es tan grave, pero duele. Duele porque sentís el dolor del que devela el secreto. Duele porque te deja el corazón a flor de piel, porque era una mentira para vos, porque ya lo sospechabas desde hacía un tiempo, pero sospechar es muy diferente a tener certezas.

Corazon hecho pedazos
Sin retorno del fracaso
Solo un hueco de dolor
Un agujero sin amor.

Y de repente sentís un vacío enorme. Un vacío que duele. Un vacío que nunca creíste que ibas a sentir. Solo un hueco de dolor.

Qué se siente
Porque lo ha perdido todo
Tan ausente, Tan aislado
Qué se siente
Qué se siente
Como un nudo en la garganta
Y un dolor que no se acaba.

¿Qué se siente?

Best Seller

Biografía no autorizada de un Juan que nunca existió -cualquier semejanza con la irrealidad es pura coincidencia-


Juan nació el 23 de diciembre de 1983, Juan tiene un hermano más grande que lo cuida mucho. Cuando Juan tenía cinco años le regalaron un pez, Juan se aburría viendo nadar al pez pero otra mascota no lo dejaban tener. Juan hace un año abrió una bicicletería, ahora Juan es todo un hombre de negocios, Juan tiene rulos, Juan es alto, Juan usa bufanda y una campera de corderoy, Juan tiene un jean que usa todo el tiempo pero... ¿Quién es Juan? Juan es un hombre normal, con sus tiempos y problemas como cualquier otro. A Juan le gusta desayunar tostadas con manteca y un vaso de café o de lo que haya, Juan a veces se siente solo, como todos, pero encuentra en Mongo, su perro (ahora que Juan podía elegir la mascota definitivamente había sacado de su lista de mascotas al pez), la compañía necesita para estar bien. Juan ama las galletitas con forma de anillo, sobretodo las rosas con un intento de sabor a frutilla, Juan a veces come bizcochos agridulces. Los viernes a la noche Juan pide pizzas o empanadas porque llega cansado, saborea las pastas que le hace mamá los sábados y disfruta los asados de papá los domingos. Juan es más o menos alto, tiene el pelo castaño y ojos color miel.
A veces, solo a veces, se toma tiempo para hacer nada, generalmente esta corriendo –o andando en bicicleta- todo el día, del trabajo a la casa y de la casa al trabajo. Yo creo que la rutina lo cansa pero está en Juan cambiar las cosas o no. Juan nunca tiene tiempo para hacer lo que realmente quiere y por eso está siempre apurado con el tiempo suficiente. Juan tiene y tuvo muchos miedos como a los payasos, la oscuridad, el monstruo que se esconde debajo de la cama, que se le venga el mundo abajo, miedo a lo que piensen los demás de él. Juan le tiene mucho miedo a los médicos, Juan vive preocupado. Juan no sabe muchas cosas de cocina ni de limpieza, tampoco sabe hacer bien la cama, si fuera por Juan todo el mundo dormiría hasta tarde todos los días. Juan se tiene que afeitar día por medio, Juan a veces se lastima cuando se afeita. Juan siempre cuenta historias. A Juan le gusta escuchar cd’s de los Beatles, Sui generis (Sobre todo esa canción que dice “Juan Represión viste un saco azul, triste, vive como pidiendo perdón y se esconde a la luz del sol”) y Seru Giran, tiene la discografía completa de todos. A Juan le gustaría tener una banda, tiene millones de letras que escribió cuando tenía tiempo de volarse. A veces -solo a veces- se toma tiempo para hacer nada. Ahí es cuando escribe y se inspira. Ahí es cuando se toma tiempo para pensar en ella. Ella se llama Sol, a Juan le gusta mucho hablar y estar con Sol pero la diferencia de edad lo preocupa, Juan sabe que tiene que esperar unos años pero a veces le gustaría dejar de pensar en los demás y hacer lo que él quiere. A Sol también le gusta hablar y estar con Juan y tiene en claro lo de la diferencia de edad. Sol y Juan a veces se encuentran pero sólo como amigos. En realidad no es ese Juan, eso es lo que Juan quiere que sepamos sobre él. El verdadero Juan desayuna tostadas con manteca porque la abuela siempre le hacía comer eso en el desayuno cuando se quedaba a dormir en su casa, al verdadero Juan no le gusta mucho la comida que hacen sus papás pero no quiere admitir que se siente solo y que le gusta estar en familia, el verdadero Juan come las galletitas con forma de anillo porque le hacen acordar a su infancia, tienen un gusto especial para él. El verdadero Juan cuenta historias porque le gusta fantasear con que alguna vez vivió o sintió lo que cuenta. El verdadero Juan escucha esa música porque le gusta y porque lo hace volar, lo lleva a un mundo en el que solo existe lo que él quiere que exista y hace que se olvide de todo y todos los demás. El verdadero Juan no tiene ojos color miel, tiene ojos naranjas que miran más allá de lo que una persona puede ver, miran más lindo, más profundo. A Juan le da miedo jugarse por Sol, al verdadero Juan también le da miedo pero ya se jugó y aunque los demás no se den cuenta el dice que no para poder estar o hablar con ella, cuando está con Sol, Juan se convierte en el verdadero. El verdadero Juan no pide pizzas porque está cansado, pide pizzas porque le gusta hablar con el chico del delivery y siempre se quedan horas conversando como grandes amigos. El verdadero Juan le pone nombre a las cosas, su almohada se llama Malena, su cepillo de dientes Fátima, el peine Gabriel, la televisión Agustina y así con todos los demás objetos que tiene en Margarita, su departamento. El verdadero Juan sabe que el tiempo es interno y que si tiene ganas puede hacer que una hora dure un día y un mes cinco años. Todo esto lo pensaba el verdadero Juan cuando viajaba en colectivo para poder encontrase con Sol.

Palabras más palabras menos

Palabras más, palabras menos
Palabras más o menos ayer me decías
Palabras más o menos que no me quieres
Palabras más o menos me estás dejando en cueros
Palabras más, palabras menos
Palabras más palabras más palabras menos

Hay una variedad infinita de silencios. Hay un millón y medio de formas de nombrarlos, por no decir que un poco más también. Hay silencios incómodos, silencios que relajan, silencios que siembran incertidumbre, silencios que derrochan certezas. Hay silencios y hay palabras. Hay palabras hechas de silencios y silencios hechos de palabras. Hay palabras de silencio, y silencios de palabras.

Palabras más palabras más palabras menos
Es lo que menos te puedo dar, es lo de siempre
Palabras viejas palabras sólo como pasatiempo
Palabras que soplan en el viento
Palabras fáciles de olvidar

No sé cómo será para vos, pero el silencio de mi parte no es de arrepentiemiento porque estoy convencida -y esto solo pasa unas pocas veces- de que yo no tengo la culpa. Tampoco sé qué sentirás con tu silencio, pero a mí no me afecta, a lo largo del tiempo me construí una coraza -destructible, obviamente, pero que cada vez se vuelve más fuerte- que me defiende. No sé en qué quedará este silencio, que en realidad está lleno de gritos, rencores, peleas, y palabras por demás, para mí es fácil de olvidar, es más, casi ni me lo acuerdo.

Palabras más o menos las que hoy me duelen
Palabras más o menos sentimientos ajenos
Palabras más o menos palabras que pueden lastimar
Palabras menos menos menos palabras más
Palabras más, palabras menos.

Y a pesar de mi súper coraza, las palabras (o los silencios), me duelen hoy, ayer y siempre, y si antes dije, o te hice creer, que no me afectaban es una vil mentira a mí misma para no aceptar la realidad, porque además de escudo, es máscara (y más cara también). Y del silencio que nos separa -o nos une- hay palabras ajenas, que intentás mechar para ver si se me mueve algo en el interior, y no lo lográs. Agregás palabras, sacás palabras.

Palabras más palabras más palabras menos
Es lo que menos te puedo dar, es lo de siempre
Palabras viejas palabras sólo como pasatiempo
Palabras que se lleva el viento
Palabras menos, palabras más.

Y así y todo, ccon un abismo de silencios (o de palabras más) en el medio, no necesito hablarte para darte a conocer mis sentimientos, no necesito palabras para demostrártelos, y vos, en tu silencio, los conocés perfectamente. Hay palabras más, palabras menos, pero entre silencios, te quiero.