miércoles, 4 de agosto de 2010

Confesión

No es que me haya vuelto protagonista, eso no va a pasar, y si llega a pasar, no sería en este blog, pero sí terminé contando un cuento -o mejor, una historia- que no pensé que contaría, que tiene otros protagonistas, pero que yo ando por ahí metida en la historia...

domingo, 1 de agosto de 2010

Pájaro carpintero

Con un par de palabras elegantes, previamente elegidas y posicionadas de manera tal que lograron tocar hasta al más frío de los icebergs, se volvió imposible no pensar en vos. Y pensar en vos significaba, también, dejar sangrar esa herida que todavía no cerró, y dudo que pueda llegar a sanar algún día. Sé que el relator no tenía la culpa de nada de lo que pasó, y ni siquiera estaba enterado, pero haberlo escuchado, hizo que te convirtieras en una especie de pájaro carpintero, picoteando mi cabeza todo el tiempo, obligándome a tenerte presente veinticuatro horas al día y un poco más también.
No es que no me guste tenerte presente, ni que esté negada, ni mucho menos, simplemente que no me gusta dejarme sangrar adelante de los demás, porque los que me rodean sí sabían la parte de la historia que el relator desconocía y no se separaban de mi lado, ayudándote en tu tarea de pájaro carpintero.
Y como si los planetas se hubieran alineado en mi contra, lo que siguió no me ayudó de mucho. Canciones, palabras, situaciones, hasta perfumes, y la herida cada vez más abierta.
La idea de ir a visitarte con urgencia, apenas terminara el viaje no desapareció ni por un segundo de mi cabeza, hasta llegué al punto en el que lo tuve que decir, porque te sentía en cada cosa que hacía, y se volvía imposible disfrutar.
El viaje terminó, y todavía no te fui a buscar, pero sé qué no falta mucho para ir a hablarte, por más que me escuches todo el tiempo, necesito ese encuentro para poder estar bien conmigo.