jueves, 24 de marzo de 2011

Currículum Vitae

Tengo cinco años, o dieciocho, o noventa y trés. Estoy soltera, o casada con los amores platónicos que amo tener. No tengo hijos, pero tengo millones de hermanos, por elección. Me encantan los Beatles y soy adicta al chocolate. Le tengo pánico a las agujas, y a los gatos, y al amor. Tengo un montón de nudos, y no solo en la espalda. El nudo más grande lo tengo desde hace mucho tiempo, empieza en la garganta y no sé dónde termina, pero a veces duele tanto que me deja sin respiración. Experiencia tengo mucha, me caí mil veces y me tuve que levantar mil veces más, y muchas veces, sin ayuda. Vi cómo se desmoronaba el (mi) mundo, y lo volví a construír de cero. Vi romperse una pata de la mesa, y vi a otra de las patas lastimarse un poquito. Me sentí sola, y después descubrí que lo estaba. Me faltó la respiración de vuelta, y de vuelta. Me peleé con mi cabeza, y con él, que ya no está.
Tres idiomas los sé bien bien, del resto solo sé un par de palabras, pero me enamora hablar en el idioma del amor,me da hambre el idioma de las mejores pizzas y pastas y me da frío el idioma de el del bigotito...
Me gusta usar máscaras, y que todos nos las creamos. Me gustan las cosas difíciles, pero a veces agarro el camino fácil, porque duele menos.

miércoles, 9 de marzo de 2011

Carolina y Luana

Carolina tiene dieciocho años y toda una vida por delante. Lleva la juventud a flor de piel pero todavía le quedan algunos rastros de niñez. Le encanta cantar Arjona a todo volumen y gastar todos sus ahorros en una tarde de shopping. Carolina es castaña de pelo largo. Petisa. Carolina es fresca, diva. Tiene ojos que atrapan y una sonrisa que enamora. Es simple y complicada por demás. Carolina ama chusemar, y Luana también.

Luana acaba de cumplir sus dieciocho. Le encanta cantar canciones de Los Beatles a todo volumen y no gastar todos sus ahorros. Luana es rubia, de pelo lacio. Petisa, pero no tanto. Luana es tímida, un poco antisocial. Tiene ojos cambiantes y una sonrisa que le sale gracias a sus pilares. Es simple y complicada por demás.

Carolina y Luana son hermanas, y no hay vuelta que darle. Tienen padres distintos y viven en casas separadas, pero son hermanas por elección y el que quiera luchar contra eso tiene que saber, desde ya, que es una batalla perdida. Carolina y Luana están unidas mucho más allá de una amistad, y punto final.

La castaña y la rubia tienen una historia un tanto particular. Se conocieron a los tres años, cuando Carolina jugaba en el bar de la esquina, y Luana salía de la mano de su mamá a pasear por la cuadra. Carolina y Luana eran amigas, pero al destino le encanta jugar y un día, se separaron. Años más tarde, las dos se encontraron en la misma escuela, pero cada una tomó caminos diferentes.

Séptimo grado las volvió a unir, porque al destino le encantan los encuentros y desencuentros, pero recién fue, seis años más tarde, cuando estaban cursando quinto año, que se enteraron de su amistad prematura.

Carolina y Luana pasaron muchas cosas juntas. Compartieron risas y llantos. Momentos tristes, y momentos felices. Luana sintió la caída de uno de sus principales pilares y Carolina se ejercitó en el mejor gimnasio para poder levantarla.

Carolina es especial, y Luana nunca va a podere expresarle lo agradecida que está. Carolina es tan Carolina, que su corazón también es especial, y cuando el médico se lo dijo, Luana creyó morir, la petisa es su petisa y un virus de mierda no se la iba a arrebatar, y no lo hizo, porque ninguna se rinde fácil.

Carolina es chiquita de contextura, pero le encanta hacerse la patotera, para defender a los que ama. Luana es casi tan chiquita como Carolina, pero si de defender a los que ama se trata, es capaz de darlo todo. Y por Carolina, es capaz de dar todo.

Luana ama a Carolina como la hermana que nunca tuvo, y se siente en la obligación (la obligación más perfecta) de cuidarla. Carolina es una muñeca, de esas que uno no quiere sacar de la caja porque tiene miedo de que les pase algo, y Luana la quiere cuidar, aunque puede que alguna vez se exceda con sus cuidados. Al fin y al cabo, Luana quiere lo mejor para Carolina.

Carolina puede parecer chiquita a simple vista, pero si uno la conoce bien, es inmensa, y Luana la conoce bien, y conoce su inmensidad (y también la admira). Carolina llega y el mundo entero se paraliza.

Carolina y Luana sonríen cuando ven algo que las hace acordar a la otra, y se ríen cuando se dan cuenta que piensan lo mismo. Se sienten identificadas cada vez que escuchan esa canción del Pitty que dice: "Si seremos hermanos que nos separaron, y nosotros sin saberlo, nos volvimos a
juntar".

La petisa y la no tanto comparten sueños, algún día se van a ir a vivir a Palermo y van a gastar su primer sueldo en De la ostia. También comparten un hermoso grupo de amigas.

Luana camina por la vida agradecida de que Carolina se haya cruzado en su camino, pero también está preocupada: Luana es graciosa, linda, copada, inteligente, buena, sencilla, humilde, pero a veces no sabe demostrar lo que siente. Aunque Luana es perfecta (solo porque Carolina, un día decidió aparecer en su vida y alegrarle cada mañana), la rubia sabe que debería ser más
demostrativa.

Luana ama a Carolina, porque a pesar de tener a su hermano de sangre, Carolina es su combo. Es su dos por uno en los shoppings, y su Nugget de pollo en McDonald's, es su Batman, su Pequi, su Sol Barrionuevo. Carolina es alegría, es diversión.

Luana y Carolina tuvieron sus encuentros y desencuentros, pero por más que el destino quiera separarlas, Luana y Carolina están destinadas a estar juntas: Son hermanas por elección y ese lazo es inquebrantable.

Carolina y Luana comparten chistes internos y apodos. Comparten noches de confesiones, y chusmeríos. Comparten charlas y algunos gustos. Comparten pensamientos, y cuando se miran, las palabras no hacen falta.

Carolina y Luana caminan a la par. Les gusta agarrarse del brazo y cruzarse la cartera para el otro lado, para que no moleste. Caminan, y caminan, y van a seguir caminando. Nieve, llueva o truene, la castaña y la rubia van a estar juntas, porque Luana se lo prometió a sí misma.

Carolina puede decidir, en un futuro, cambiar el camino, adelantarse un poco, o alejarse si quiere, pero Luana no está dispuesta a dejarla irse tan fácil, y si no le queda otra, caminará un poco más atrás, pero siempre va a estar para la castaña.

Luana ama a Carolina y está agradecida a quien tenga que estarle agradecida por haber hecho que la petisa cabrona se curzara en su camino. Y también va a estar eternamente agradecida a su combo, por el simple hecho de existir, y porque un "gracias" no es suficiente.

A Luana le importa un carajo las ganas de la vida de complicar las cosas, Carolina y sus otros pilares son lo único que necesita para ser feliz, y que la vida ni piense en meterse con ellos, porque se le arma la podrida.

Luana ama a su hermana y fin de la historia.